miércoles, febrero 01, 2012

La desacralización de lo real

El 25 de noviembre de 1970, el escritor japonés Yukio Mishima arengó a un grupo de militares desde el balcón del Cuartel de Ichigaya, en Tokio. Protestaba contra la constitución impuesta por Estados Unidos en el Japón de la post-guerra, llamaba a sus compatriotas a recuperar la importancia de la figura del Emperador y a rescatar las tradiciones de su país. Fue poco escuchado, casi ignorado. Luego de tres vivas al Emperador, lleno de dolor, se suicidó. 

Una de las consecuencias de la derrota durante la II Guerra Mundia fue la renuncia del emperador de su carácter divino. En un país regido por el shintoísmo,  prácticas relacionadas al culto a los antepasados y al animismo vinculado a la naturaleza. No tiene fundador, ni doctrinas; sin mandamientos ni preceptos, carece de organización y de ídolos. Por esta razòn, la pérdida de la figura del Emperador debe haber sido como un segundo "Ground Zero" para la historia de Japón, luego de la caida de las dos bombas atómicas que destruyeron Hiroshima y Nagasaki.

No hay comentarios:

Publicar un comentario