martes, enero 31, 2012

El poder del honor: el individualismo en la época de los samurai

Durante 2010, visitó la Argentina, La Dra. Eiko Ikegami, profesora y decana de la Facultad de Sociología del New School for Social Research (Nueva York, EE.UU), para brindar la conferencia “La domesticación del Samurai: individualismo honorífico y racionalización social en el Japón moderno” donde profundizó en el estudio de la cultura del honor samurai, destacando las dos facetas del honor del samurai del período Tokugawa: “corporativista” e individualidad, según la autora, comprender cómo se conjugan ambas es entender cómo es el paso de Japón hacia la modernidad.

La socióloga analizó la evolución de la élite samurai, el desarrollo sociocultural de la clase que dominó Japón durante más de siete siglos hasta finales del período Tokugawa (1867) cuidándose de no dejarse llevar por la imagen heroica explotada por fines políticos por los nacionalistas militantes de antes de la guerra, ni la contrapartida de los académicos japoneses liberales y de izquierda de después de la guerra que prefirieron resaltar una imagen comparativamente una imagen más serena del samurai.
Según la autora, ni la sociedad coreana ni la china tuvieron tan extenso período de dominación por parte de una clase guerrera. Al contrario del caso japonés con su casta guerrera y hereditaria, China se destacó por un sistema de burocracia, eficiente, en la cual, por más de mil años, los mandarines mantuvieron un sistema basado en funcionarios públicos altamente capacitados, sometido a un arduo proceso de selección por medio de exámenes competitivos. El yang ban coreano es un caso similar al anterior, pero al que se le suma el componente hereditario. Así, mientras en China y Corea dominaba una élite de tipo “intelectual”, en Japón la clase del samurai estaba separada de la aristocracia, y esto se ve inclusive reflejado en los distintos tipos de literatura que generaron: la épica guerrera de un Heike monogatari frente a una novela cortesana como Genji monogatari.
Antes del período medieval, afirma la antropóloga, al samurai se lo llamaban “carnicero”, ya que la japonesa era una cultura agrícola dónde se consideraba a la sangre contaminante; inclusive en la sociedad Heian era un desprestigio tratar con guerreros porque tocaban sangre. “En Japón la cultura de la caza no era algo central sino una actividad periférica; los campesinos lo veían como algo peligroso. Así, los samurais para convertirse en clase dominante debieron forjarse un prestigio propio y una cultura respetable, para aspirar a una posición en la sociedad, y eso se logró mediante la cultura del honor. A partir de entonces ya no sería un “matar por matar”, sino un matar a causa del honor, respondiendo a un código de honor preestablecido”. Y en esto consiste la primera gran transformación de samurai, y esta transformación de la imagen cultural del samurai y el tema del honor como elemento identitario, posibilitando la obtención de un papel más central y dominante en la política japonesa. “La identidad samurai resultante, como casta guerrera, y sus intrínsecos valores de violencia honorable, daban lugar a un contraste acentuado frente a la cultura aristocrática (…) una cultura del honor ferozmente competitiva, militarista y ególatra”, aseguró la autora.

El estudio de Ikegami analiza a partir de todo tipo de documentos de la época, las raíces del legado samurai desde sus comienzos como guerreros semi autónomos e itinerantes, hasta su evolución en militares profesionales asentados que ocuparon tierras agrícolas y, finalmente, su “amansamiento” y burocratización en la era Tokugawa.

La autora señala que es justamente esta tercera fase, “la burocracia vasalla”, momento en que se presentan una serie de contradicciones culturales que resultaban confusas no sólo para el samurai como individuo, sino también para las autoridades del shogun. “El samurai del período Tokugawa heredaba una versión altamente militarizada de la cultura samurai, si bien su vida diaria moderna había cambiado considerablemente. El nuevo orden emergente conformado por el Estado Tokugawa (cultura piramidal, cada samurai depende del señor inmediatamente superior) creó un área social e institucional que apreciaba los valores del orden, la organización y la conformidad. Así pues, la cultura samurai del honor fue “redirigida” de forma apreciable, pero preservando aún sus rasgos esenciales ya que era la expresión simbólica de la supremacía del estatus de la clase guerrera”. Se dice que en Japón no existe una forma clara de individualismo como existe en Occidente, pero la investigadora encuentra en el “individualismo honorífico” de la clase samurai, un concepto que si bien esta alejado del concepto occidental moderno de individualismo, es la fuente que permitió los grandes y rápidos cambios que se sucedieron a partir de la restauración Meiji. Como define la autora, “El individualismo honorífico esta basado en un sentido de seguridad en uno mismo relacionado con el impulso de los señores feudales de defender sus posesiones y reputación”.

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