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Fuente: elperiodicodetlaxcala.com.mx |
En el año 2003, por primera vez una película de animación japonesa fue ganadora del premio Oscar. Además de "El Viaje de Chihiro" (Hayao Miyazaki, 2002), ese mismo año fue nominado a mejor corto de animación "
Atama yama" de Koji Yamamura. El fenómeno mundial de la animación japonesa -ya sea en sus versiones para el cine o la televisón- no se circunscribe a su país de origen, y viene cosechando records de recaudación, desde hace décadas atrás, en cada uno de sus múltiples formatos: adaptaciones al video juego, merchandising, las películas live-action (versiones con actores reales), además de ser una gran plataforma para la difusión masiva del manga japonés, especie de novela gráfica. Pero la animación japonesa ha absorbido las distintas transformaciones sufridas por país: fenómenos sociales, tecnológicos y económicos de Japón; así como ha sabido nutrirse de antiguas expresiones artísticas y lenguajes típicamente japoneses: el
Ukiyoe (xilografías) y el
Bunraku (teatro de marionetas). Tanto el Japón de la apertura y de la modernización de la
época Meiji (1868), como el Japón de la hambruna y el militarismo durante las guerras con Rusia y China, así como el nacionalismo y adoctrinamiento durante la II Guerra Mundial seguido de la norteamericanización de la vida durante la postguerra han dejado su huella en el animé, en la forma de representar el mundo en imágenes, en sus nuevos mitos de héroes y demonios, robóticos o alimentados de energía atómica, y su manera de vincularse con esa representación. “Esta rama de la ficción que podría denominarse, más que postapocalíptica, posnuclear, es una tendencia fuerte de la cultura pop japonesa que surgió luego de la Segunda Guerra Mundial. Su emblema es Godzilla (1954)”, se lee en un artículo del editor José Gabriel Lagos, de la web La diaria, de Uruguay, del 21 de marzo. Desde las pagodas de cinco pisos, la artesanía laqueada y los biombos con paisajes brocados, pasando por la estricta ética samurai y las distintas expresiones culturales imbuídas en la práctica zen, hasta la imagen actual, fetichista, hiperconsumible y, a veces, sexual y "
erótico-grotesca" existe una serie de fenómenos que han contribuído a la necesidad de un nuevo código, el lenguaje de la
subcultura otaku. La idea de este blog es, desde distintas perspectivas, descubrir las influencias que han dado forma a esta nueva expresión artística que ya no conoce barreras idiomáticas ni culturales.

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