miércoles, enero 18, 2012

A modo de cierre

El nuevo lenguaje de la subcultura otaku, el animé, puede ser utilizado para crear bellas obras artísticas como para generar meros pasatiempos desprovistos de un sentido más profundo; por un lado, el animé puede ser utilizado como re-mediación del Bunraku y del Ukiyo-e y convertir hermosas piezas artísticas o, por otro lado, como mero dibujo grotesco pornográfico pasatista. 
Al respecto cabe recordar las palabras de Platón, en uno de sus diálogos, El Banquete,  donde narra del mito del hombre esférico:  parece que, en su origen, el hombre tenía forma esférica: un cuerpo que encerraba tres sexos: femenino, masculino y neutro, además de dos pares de piernas y dos pares de brazos. Sin embargo, luego de desobedecer a los dioses, como castigo es dividido a la mitad y condenado a buscar su otra parte por el resto de sus días. Pero los dioses advertían a los hombres que, una desobediencia más a los dioses, otro olvido del hombre hacia los dioses y recibirán un nuevo castigo:

“Y existe el peligro que, si los dioses no son respetados, seamos de nuevo divididos por la mitad y tendremos que caminar como las figuras esculpidas en bajo relieve sobre los pilares, divididos en dos a lo largo de la naríz como los dados.”  (El Banquete, Platón)

Esta advertencia de Zeus me trae a colación las palabras de Takashi Murakami: “El futuro del mundo será como el Japón actual, super plano”, haciendo alusión no solamente al carácter bidimensional de la ilustración japonesa sino a su vacío y superficialidad. También, parecen coincidir con este pensamiento las palabras de Jean Baudrillard en El Crimen Perfecto: “Lo que puede ocurrir, en cambio, es que no sean ya los cuerpos los que proyectan su sombra, sino las sombras las que proyecten su cuerpo, los cuales sólo serían la sombra de una sombra”.  Tal vez, como consecuencia del olvido de Dios o de la falta de un sentido más profundo a las cosas y, sobre todo, por la falta de respeto hacia la naturaleza, los hombres estemos condenados a olvidarnos de nosotros mismos, dividiéndonos en falsas imágenes de nosotros mismos, en reflejos nuestros deformados como quien se mira en un espejo cóncavo como los personajes de Luces de Bohemia de Valle Inclán, como cualquiera de las obras de Takashi Murakami donde la deformación grotesca de la realidad esta al servicio de una implícita intención crítica de la sociedad..

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