viernes, enero 20, 2012

El sujeto interpasivo por Slavoj Zizek


La velocidad es la forma de éxtasis que la revolución técnica ha brindado
al hombre.  (...) Todo cambia cuando el hombre delega la
facultad de ser veloz a una máquina: a partir de entonces, su propio cuerpo
queda fuera de juego y se entrega a una velocidad que es incorporal,
inmaterial, pura velocidad, velocidad en sí misma, velocidad éxtasis.
Curiosa alianza: la fría impersonalidad de la técnica y el fuego del éxtasis.

(La lentitud, Milan Kundera)




El gran eslogan del espacio cibernético es naturalmente la interactividad. Es de ahora en adelante un lugar común el subrayar que con los nuevos medios electrónicos, la contemplación pasiva de un texto o de una obra de arte esta terminada; yo no me conformo con mirar fijamente la pantalla, yo interactuó progresivamente con la pantalla. Entre yo y la pantalla inicia una relación de dialogo (desde la elección que hago de los programas hasta mi determinación de las salidas o finales en los enredos de los llamados “relatos interactivos”, pasando por la participación en los debates en una comunidad virtual). Los que le conceden un gran premio al potencial democrático de los nuevos medios, acentúan el hecho de que el espacio cibernético trabaja -para un mayor número de gente- la posibilidad de romper con el rol de observador pasivo, del que solo mira el espectáculo que otros ponen en escena. Al participar activamente en espectáculos, se puede asimismo establecer o bien cambiar las reglas... ¿Sin embargo, el reverso de la moneda no sería la interactividad en el sentido transitivo del término (el otro es activo por mi, en mi lugar; yo actuó a través del otro, que me devuelve más y más la dependencia de una prótesis digital y me incapacita de actuar directamente)? El sujeto es poco a poco desposeído, privado de sus aptitudes y sus más íntimos secretos.

Desde entonces, como resolver esta ambigüedad: ¿interactuar con la maquina o bien dejar que la maquina interactué por mi? La solución, en este sentido, sería quizá la de cambiar de terreno para concentrarse sobre otra forma, por supuesto extraña, de descentramiento. El impacto verdaderamente inquietante de los nuevos medios no reside en el hecho de que las maquinas nos arranquen la parte activa de nuestro ser, sino, en oposición exacta, en el hecho de que las maquinas digitales nos privan de la pasividad de nuestra vivencia: ellas son “pasivas por nosotros” ¿Pero como? El mejor medio para abordar este problema consiste en reutilizar la vieja problemática marxiana del fetichismo de la mercancía. Según la definición marxiana clásica, en el fetichismo de las mercancías, el asunto de “las relaciones entre las cosas (las mercancías)” está directamente antes de las “las relaciones entre las personas”: Las personas perciben (erróneamente) las relaciones sociales en términos de relaciones entre cosas. Esta definición es más enigmática que no parece ya tocar el misterio de la sustitución y / o el desplazamiento: ¿Cómo es ontológicamente posible que lo más intimo de las relaciones entre las personas se desplace sobre “relaciones entre las cosas” (o que estas últimas sean sustituto)? Es decir (y esto vale verdaderamente el ser repetido) que en la noción marxiana del fetichismo, el lugar de la inversión fetichista reside no en lo que las personas piensan que ellos son, sino en las actividades sociales mismas que ellas hacen. Un sujeto burgués típico es, en su actividad consciente, un nominalista utilitarista. En el sentido de su actividad social, en los intercambios sobre el mercado, él actúa como si las mercancías no fueran simples objetos, sino objetos dotados de poderes especiales, plenos de “caprichos teológicos”. De otro modo dicho, los personajes son todos en los hechos consientes de este pasaje, ellos saben perfectamente que el dinero-mercancía no es una forma reificada de la apariencia de las relaciones sociales. Es decir que son las “relaciones entre las cosas” en las “relaciones entre las personas”. La paradoja es que, en las actividades sociales, ellos actúan como si ellos no lo supieran y subsiste la ilusión fetichista. La creencia fetichista, la inversión fetichista, se encarna en lo que Marx llamo las “relaciones sociales entre las cosas”. En el fetichismo de la mercancía son las cosas las que creen en nuestro lugar.

Fuente:http://www.geocities.ws/zizekencastellano/artsujetointerpasif.html

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